Moneditas

A lo primero era el Puchero nomás. Que tenía como barrito, una mancha que le habían tirado, como chorreado. Porque por eso que capaz que estaba triste. Porque aparte la mamá se fue cuando era chiquito. Y entonces que yo quería que juegue, para que no esté con lo de la tristeza. Pero se ponía chinche, y entonces mamá ponía cara fea, y decía que no le hinche los cocos, que me va a hacer mal, y que la lastimadura se me iba a pudrir con los bichos gusanos, y que se me iba a quedar la patita como a papá Renzo.

– Humedad del ojete, me tira como la verga la pierna.

– Toma vinito y se te pasa.

– ¡Qué vinito! No sé por qué no me la cortaron y fue, si no sirve para una mierda así como me la dejaron.

– Pareces una puta vieja con esa jeta. Por lo menos alguna guita te entra.

– Turco…Una luca de mierda.

– Pero te quedas piola en casa.

– La veo pasar. Ni la huelo.

– Jodete viejo, ¿quién te manda a armar las joditas que te mandas? Si te fuiste a meter con el paraguayo malandra ese que te la mandó a guardar.

Mamá me dijo que la Chola de acá al lado, tenía un hermanito del Puchero. Pero dice mamá que el hermanito del Puchero también se fue. Entonces mamá dice que a buscar a su mamá, que la extrañaba. Y entonces ¿por qué no lo mandamos también al Puchero con la mamá que capaz que también la extraña? Porque por eso que capaz que tiene la cara triste, y se mete abajo de la heladera, y se queda, y no quiere salir. Entonces mamá me dice que no hay plata, que la mamá vive lejos y que es caro. Pero eso fue antes, porque a lo primero era el Puchero nomás.

– A tu hermana se la mando a guardar.

– No te hagas el pija larga, que si te escucha te cuelga de los huevos.

– Si el que esta dale que va mirando la hora sos vos, se te chorrea la caquita. ¿Hasta qué hora te dieron permiso?

–  Deja nomás, ni me hables.

– ¿Qué?

– Nada, giladas con la piba.

– Ya te dije Turco, si sos blandito la piba va a seguir haciendo la que le pinte. Pegale una buena apretada al pendejo, y se queda en el molde.

–  Tarde. Ya fue.

–  Uh, ¿qué onda?

– ¿Vos sos boludo?

Si porque eso, porque por eso estaba juntando moneditas. Me las encontré, no todas a la misma vez. Tres moneditas, una grande y dos chiquitas que hacían una luz abajo del foquito. Pero después no tenía. Porque papá Renzo me las pidió, y me las agarró, y después me dijo que las perdí. Pero yo después me olvidé lo de que las había perdido, y le dije lo de las monedas a mamá. Y mamá le hizo cara fea a papá Renzo, y entonces papá Renzo dijo una palabra que yo no tengo que escuchar, y entonces mamá le dijo a papá Renzo una palabra que yo no tengo que escuchar. Y entonces mamá me agarró así fuerte, y me dejó en lo oscuro atrás de la puerta.

– Bueno, ya fue.

– Fue, sí…

– Rico el vinito.

– Sí…

– ¿El laburo? ¿Qué tal la vida de vigi?

– Seguridad privada.

– ¡Eh vigi!

– Te pega mal el escabio Renzito. Un traguito, y ya te sale el negro de adentro.

– Afloja Turco…

–  Si yo estoy de lo más bien. El que anda llorando sos vos.

– Y sí, vos no te podes quejar. Laburito en blanco, todo piola.

– Tampoco te creas eh.

– ¿Qué?

Y después vino tío Turco, que después me enteré que es hermano de mamá, como el hermano del Puchero que tenía Chola, que se fue a buscar a la mamá. Porque tío Turco es Policía. Es un montón de cosas a la misma vez tío Turco. Viene siempre que papá Renzo se escucha que se empieza a tropezar, y se le caen cosas, y mamá entonces se empieza a caer, y le debe de doler, porque como cuando yo me caí y me llevaron al olor a lavandina con el Doctor, que no tenía nada yo aparte. Y aparte a la final no era tan malo caerse, porque fui al kiosco que me llevó mamá, y me dejo elegir algo no tan caro.

– No alcanza para una mierda.

– Y porque sos un gil, te tiré la posta, y no queres agarrar viaje.

– No, estás en pedo vos. Hoy en día hay mucha movida con toda esa gilada. Después por tres viejas de mierda se me arma la San Puta, y me quedo sin laburo. Y si la Gringa se entera, me pega un voleo en el orto que me manda a dormir a lo de mi vieja.

– Le regalas uno, y se le pasa. ¡Ja!

– No seas salame, ni en pedo. Aparte son bocha.

– Si hay por todas partes, un par de vueltas y los juntas con pala. Allá en la obra de la avenida debe haber como diez. Más uno que tengo acá, once. ¡Ja!

– Te faltan cuarenta.

– Treinta y nueve.

– Es bocha igual.

– Bueno…No hay drama… Hago el maneje solo.

– ¿Cuánto?

– Si serás Turco hijo de puta vos ¡eh!

– Dale salame, no la estires al pedo.

– Cien por cabeza… Cinco luquitas.

– Deja de joder, ¿esos gitanos pata sucia cinco lucas?

– Pero pelotudo te dije veinte veces que estos son rusos, de los poronga con luces y todo el bardo caro. Toda la mosca.

– A vos te venden un buzón Renzo. ¿De dónde los sacaste?

Porque por eso yo la quiero llevar al kiosco cuando se cae. Pero las moneditas las perdí cuando me las agarró papá Renzo. Igual después quería más moneditas, y no me iba a alcanzar, hasta que me hiciera grande como papá Renzo, y así que me den todas las moneditas para los hermanitos de Puchero. Porque a lo primero era el Puchero nomás, después vinieron los hermanitos que buscaban a la mamá. Olor feo las cajitas, caca, caca. Había una nena que para mí, que el nombre era Blanca porque no tenía la manchita de barro como Puchero, era toda blanquita como la nieve que da frío en las películas de la Navidad. Acá no hay de esa, me gustaría que haya de esa, porque debe de ser dulce como el helado. Entonces habría que salir afuera, como cuando llueve y abrís la boca, así para arriba, y te caen las gotitas que como que te pinchan frías en la lengua. Es rica la lluvia, pero el helado es más rico.

– Fui a hacer limpieza.

– ¿Qué les juntaste? ¿La caca a los monos?

– ¿Sos gracioso? Quedas afuera por gil…

– Hace lo que quieras. A mí no me cierra ni ahí.

– ¿Viste el cartel o no viste el cartel?

– Sí, lo ví, ¿y?

– Que no te estoy chamuyando.

– ¿Y qué hablas ruso ahora?

– No paja brava. Pero los que andan en la organización son de acá. Y un flaco que andaba en esa movida me tiró la onda.

Mamá dijo no, no pongas nombres porque la mamá le va a poner, como me puso a mí, que me puso nombre. Y no podía, se me escapaba pero para mí nomás, y que nadie se entere. Entonces se me venía cuando llegaban, El Vainilla, El peludo, El Chancho y que no podía decir nada. Y después que se me enredaron todos, y no pude. Y después que se me perdió el Puchero, porque se me enredó con los hermanitos, y veía un montón de el Puchero a la vez. Y entonces que siempre cuando me da la tristeza la panza se me pone chiquitita y patea, y me da la cosa de llorar, como que se me sale el agüita. Y entonces que mamá buscaba mercadería, y papá Renzo que agarró de una caja el Puchero que no era el Puchero, y entonces que no era el Puchero, y entonces papá Renzo que sí, que es, y que se me las pataditas en la panza, y me da la tristeza, y papá Renzo que abre otra caja, y que no es, y que sí, que es, y entonces mamá vuelve con la mercadería, y pone cara fea. Entonces que me agarró así fuerte, y me dejó atrás de la puerta en lo oscuro. Y entonces que no importa el Puchero, que no quiero que mamá se empiece a caer de nuevo.

– La goma te tiró.

– Callate Turco que después el pibe repite, y me la tengo que aguantar a tu hermana.

– ¿Y le comentaste?

– Algo…

– ¿Y qué dice?

– Mientras que pare la olla…

– ¿Los pensás meter acá?

– ¿Dónde los voy a meter?

– Anda a aguantarte el olor nomás.

– Un toque… Tres días de laburo, más de una luca y media por día. ¡Redondo papá!

– Igual bocha, más de diez por día.

– ¿Qué querés Turco? ¿Que te la sirva en bandeja?

Y que entonces las moneditas para el kiosco, y pero que eran para los hermanitos de Puchero. Y entonces vino tío Turco, y la agarró a mamá con un grito, que no se caía más. Porque por eso entonces que lo extrañaba a Puchero, pero que no importa, que de seguro era el que papá Renzo decía, y que no es, y no decía más que no es. Y entonces mamá ponía cara triste, porque me mira adentro de los ojos, y que me va a crecer la nariz. Y entonces que no abra más las cajas que los hermanitos de Puchero tienen que dormir, que son chiquitos como el porotito de hija de tío Turco en la panza. Y que por qué porotito, si yo como poroto y no me sale nada. Y entonces que a hija de tío Turco le habían regalado un porotito especial. Y qué por qué no me regalan. Y que porque soy nene, y que los porotitos se los regalan a las nenas. Y que quién le regaló a hija de tío Turco, y que nadie, y puso cara fea como cuando antes de agarrarme así fuerte y dejarme atrás de la puerta en lo oscuro. Pero que esas veces no se golpea, como la vez hace poquito de lo del papá del nenito de hija de tío turco, que se fue como la mamá de Puchero, y que entonces encontraba moneditas para mandar al nenito con el papá. Y le digo lo de las moneditas a hija de tío Turco para que se ponga contenta, y pone cara triste, y tío Turco que dice a hija de tío Turco una palabra que no tengo que escuchar, y tía Gringa le dice a tío Turco una palabra que no tengo que escuchar, y mamá me agarra así fuerte y me deja atrás de la puerta en lo oscuro. Pero mamá no se golpe, y no importa quedarme atrás de la puerta.

– Igual no me cierra ni ahí…

– Si serás bigote ¡eh!

– No seas pelotudo, que no como vidrio. Si tanta guita tienen ¿por qué no le compran morfi como la gente? De última si es por ratones, que les compren un par de cortes de segunda, y fue.

– Es que se les apichonan los bichos. Imaginate que se la pasan en la jaula, y lo único que tienen que hacer es rascársela hasta que le tiran el morfi.

– Como vos más o menos…

– Anda a cagar Turco. Si te estoy tirando un laburo.

– Lindo laburito…Che, pero al final estos rusos son peor que los chinos…

– ¡Vos que hablas rosarino come gato!

–  Anda a la puta que te parió, inundado…

– ¡Cómo te quiero Turcaso!

– Te pones en pedo, y en seguida te pinta el puto de mierda.

– Che, pará de putear. Pelotudo.

– Si está durmiendo el pibe.

– Che, Turco, ¿te quedan unos cigarros?

– En la camioneta… Ni ganas…

– Che, ¿y cuento con la camioneta para el laburito entonces?

– Sí…

Y a la final que no entiendo, que las moneditas sí, que las moneditas no. Que mamá, cuando lo de los hermanitos de el Puchero, que lo de las moneditas sí. Que a la final que se fueron los hermanitos de Puchero a buscar a la mamá, que a papá Renzo le dieron las moneditas para ir lejos a buscar a la mamá. Que hay plata, y entonces mamá que me pone la ropa de salir, que vamos a comer helado, y que yo contento por lo del helado, pero más por lo de los hermanitos de el Puchero. Y que antes de comer el helado, que quiero decir chau al Puchero y a los hermanitos de el Puchero, y que mamá no dice, y pone cara triste, y las pataditas en la panza. Y que a mamá se le sale el agüita, y las pataditas en la panza, y se me sale el agüita. Y que no, que agüita no, que vamos al quiosco, que las moneditas para los hermanitos de el Puchero, que las moneditas secan el agüita. Y entonces mamá llora contenta.

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